Extraño…
Sus manos recorrían cada centímetro de mi cuerpo,
retorciéndome de placer jadeaba sin cesar,
mientras él, susurraba las palabras más sucias.
Imposible detenerlo, sus dedos,
cual filosas navajas intentaban traspasar mi piel,
mi carne, mis huesos.
Sedienta de placer,
cedí mi cuerpo, mi alma
y deje que sus bocas me engulleran por completo.